Airbnb presenta experiencias y servicios en distintas ciudades del mundo.&nbsp;

&ldquo;Airbnb es ahora una plataforma much&iacute;simo m&aacute;s inclusiva: si antes ten&iacute;amos un modelo de negocio solo de apartamentos de renta, ahora se ampl&iacute;a con experiencias y servicios en toda la regi&oacute;n&rdquo;, sostiene Alfredo Bermeo, director de comunicaciones en Latinoam&eacute;rica. La propuesta incluye opciones gastron&oacute;micas, musicales, tur&iacute;sticas y culturales principalmente. Tambi&eacute;n cuenta con algunas excepcionales, como una listening party privada de Karol G en Colombia o cocinar en la casa de un cocinero destacado en Ciudad de M&eacute;xico. En cuanto a los servicios, explica: &ldquo;Puede ser, por ejemplo, que un chef te vaya a cocinar o contratar a un fot&oacute;grafo para que te haga tomas profesionales en lugar&nbsp; que est&aacute;s visitando&rdquo;.&nbsp;
El turismo en Chile se consolida como un sector estrat&eacute;gico para la econom&iacute;a nacional.&nbsp; De acuerdo con datos internos de la plataforma, la actividad de anfitriones y hu&eacute;spedes gener&oacute; un aporte estimado de $1,235 billones de pesos al Producto Interno Bruto. El pa&iacute;s ofrece una amplia variedad de opciones: desde ciudades hasta monta&ntilde;as, desierto y mar. Santiago de Chile, por su parte, entre enero y junio de 2025, alcanz&oacute; m&aacute;s de 30 millones de b&uacute;squedas de estancias en la plataforma, representando un aumento de casi 30 por ciento en consultas locales y casi 20 por ciento en internacionales, en comparaci&oacute;n con el primer semestre de 2024.&nbsp;
Con motivo del nuevo lanzamiento, L&acute;Officiel Argentina particip&oacute; de un viaje a la capital chilena para conocer de cerca su cultura, gastronom&iacute;a y encanto.
Primer d&iacute;a
Llego a Santiago de Chile y apenas salgo de Migraciones veo un cartel que dice &ldquo;Chile: la experiencia del extremo sur del mundo que nos invita a crear juntos un futuro&rdquo;. Este viaje se trata justamente de eso: de vivir experiencias. Salgo del aeropuerto Arturo Merino Benitez, me subo a un auto y atravieso una autopista, muchas calles y el t&uacute;nel San Cristobal- una larga v&iacute;a subterr&aacute;nea que va por debajo de un cerro que lleva el mismo nombre-&nbsp; para llegar a Las Condes: un barrio prolijo, de edificios altos, con muchos &aacute;rboles y peque&ntilde;os boulevares. All&iacute; se encuentra el airbnb que reserv&eacute;. El departamento queda en una calle llamada Puerta del Sol, a pocos metros de la avenida Apoquindo. Est&aacute; en un sexto piso. Tiene grandes ventanales a trav&eacute;s de los que se puede ver una multiplicidad de edificios de arquitectura m&aacute;s bien contempor&aacute;nea, en distintas alturas, con la Cordillera de los Andes de fondo: esa imagen que permanece detr&aacute;s de manera permanente y te recuerda a cada momento que est&aacute;s en Santiago de Chile.&nbsp;
Por la tarde parto hacia el centro de la ciudad. El auto deja atr&aacute;s lo que se denomina la &ldquo;zona oriental&rdquo;, conformada por comunas como Vitacura, Providencia y La Reina. All&iacute; se encuentran circuitos empresariales, grandes shoppings, parques y barrios residenciales. A medida que nos acercamos al caso hist&oacute;rico, la arquitectura va cambiando: los edificios modernos se van intercalando con otros m&aacute;s antiguos. Me bajo en la Plaza de las Armas. &Aacute;rboles y palmeras ocupan el coraz&oacute;n de este espacio verde, en el que a media tarde de un d&iacute;a laborable est&aacute; repleto de personas. Alrededor hay edificios emblem&aacute;ticos: la Municipalidad de Santiago, el Correo Central, el Museo Hist&oacute;rico Nacional y la Catedral&nbsp; Metropolitana.&nbsp;
Uno de los atractivos de la zona es el Museo Nacional de Bellas Artes. Est&aacute; emplazado en un palacio construido por el arquitecto chileno Emilio J&eacute;quier, que se inaugur&oacute; en 1910 para el centenario del pa&iacute;s. Al ingresar, uno accede a un hall principal que est&aacute; rodeado de balcones de hierro negro y cubierto por una c&uacute;pula de vidrio. En la segunda planta hay una exposici&oacute;n titulada 145 a&ntilde;os: Historias de una Colecci&oacute;n, que presenta una selecci&oacute;n de 300 obras, que datan desde el siglo XV hasta la actualidad. En el recorrido me llama la atenci&oacute;n una secci&oacute;n que incluye piezas que buscan reparar omisiones y censuras tras el retorno a la democracia. Estas se caracterizan por sus pr&aacute;cticas experimentales e interdisciplinares, el cuestionamiento de la institucionalidad art&iacute;stica y la incorporaci&oacute;n de acervos documentales de intervenciones como acciones ef&iacute;meras.&nbsp;
Antes de que la tarde llegue a su fin, decido recorrer el Cerro Santa Luc&iacute;a. Es uno de los principales parques p&uacute;blicos que tiene la ciudad. En &eacute;l encuentro dos terrazas: la Neptuno, construida a comienzos del siglo XX, y la Caupolic&aacute;n. Tambi&eacute;n una capilla de estilo neo-g&oacute;tico ,dedicada a un pol&iacute;tico chileno del siglo XIX llamado Benjam&iacute;n Vicu&ntilde;a Mackenna, y un jard&iacute;n circular, que tiene los &aacute;rboles m&aacute;s antiguos del parque. En el punto m&aacute;s alto del se puede ver a los lejos el paisaje que identifica a la capital: monta&ntilde;as, edificios y naturaleza.&nbsp;

Museo Nacional de Bellas Artes

Cerro Santa Lucía

Segundo d&iacute;a
Temprano por la ma&ntilde;ana, las calles de Las Condes est&aacute;n a&uacute;n tranquilas. Parto en un auto hacia las afueras de la ciudad, en direcci&oacute;n al Pac&iacute;fico. El recorrido por la autopista presenta un nuevo paisaje: aparecen los campos sembrados, las monta&ntilde;as frondosas y verdes. Cerca de lo que se considera el fin del &aacute;rea metropolitana, surge un cartel formado por letras grandes hechas en un material rojo ladrillo, que componen el nombre del pueblo que estoy yendo a visitar: Pomaire. Cada figura est&aacute; cubierta de nombres, huellas de manos y un cartel en el centro que dice &ldquo;Agrupaci&oacute;n de artesanos y alfareros en greda tradicional de Pomaire&rdquo;.&nbsp;
El pueblo pertenece a la comuna de Melipilla. Sus calles son angostas y sus construcciones bajas. Los fines de semana se llena de personas que van en busca de los dos saberes que lo distinguen: la artesan&iacute;a y la gastronom&iacute;a. Los negocios ofrecen un sin fin de objetos hechos en greda, un tipo de arcilla natural t&iacute;pica de la zona. Desde platos, vasos y tazas hasta macetas de gran tama&ntilde;o y objetos decorativos.&nbsp;
En uno de los locales est&aacute; Pablo, un alfarero que aprendi&oacute; el oficio de su abuelo y padre, que hoy da clases, talleres y demostraciones en torno. Su mesa de trabajo es una estructura alta construida en madera que posee un tabla circular en sus pies que gira para hacer funcionar el torno. Los visitantes se sientan junto a &eacute;l a realizar una pieza. Cada uno se pone un delantal y comienza un acto breve que combina charla con trabajo de las manos sobre la greda. &Eacute;l realiza la actividad con soltura, hace chistes a su acompa&ntilde;ante al mismo tiempo que con su pierna hace girar esa rueda con un movimiento que pareciese por momentos involuntario, como si su pie y la estructura giratoria estuviesen en una propia coreograf&iacute;a. Al final, entrega la pieza creada, agradece y brinda &ldquo;por la artesan&iacute;a&rdquo;.&nbsp;
A las 12 del mediod&iacute;a en plena primavera en Pomaire el sol es fuerte y la oferta de lugares para comer es variada. Ingreso a La Chingana, un restaurante que en su entrada tiene un horno de barro del que salen vasijas con pastel de choclo, una de las recetas tradicionales chilenas. El lugar es t&iacute;pico: mobiliario y pisos de madera, l&aacute;mparas de mimbre y una bandera chilena en su centro. El men&uacute; ofrece platos cl&aacute;sicos: costillar, lomo, pernil, pollo. Tambi&eacute;n entradas. Entre ellas, empanada de carne y sopaipilla, una masa hecha con harina de trigo y calabaza, que viene acompa&ntilde;ada con pebre: una salsa hecha a base de cilantro, cebolla, aj&iacute;, ajo, tomate, vinagre, aceite y sal.&nbsp;
Luego del almuerzo, regreso en direcci&oacute;n a la ciudad por la autopista. En el camino voy a conocer uno de los vi&ntilde;edos m&aacute;s conocidos de Chile: Vi&ntilde;a Undurraga. Es una de las m&aacute;s antiguas, con m&aacute;s de 135 a&ntilde;os. &ldquo;Contamos con mil hect&aacute;reas de vi&ntilde;edos. Ac&aacute;, en este valle, hay solamente&nbsp; 40 de ellas. El resto se encuentran en diferentes partes del pa&iacute;s&rdquo;, me cuenta Germ&aacute;n, quien trabaja all&iacute; desde hace 43 a&ntilde;os. Realizamos un recorrido por el terreno y por las instalaciones donde se lleva a cabo los procesos de fermentaci&oacute;n, elaboraci&oacute;n, envejecimiento y embotellado de sus productos. &ldquo;Si vino a Chile y no tomo vino, &iquest;a qu&eacute; vino?&rdquo;, me dice Germ&aacute;n, citando un dicho muy conocido en el pa&iacute;s, mientras me conduce a una cata de vinos. All&iacute;, en medio de la naturaleza, pruebo algunas de sus variedades m&aacute;s destacadas. Mi preferida: carm&eacute;n&egrave;re.&nbsp;
Al d&iacute;a sigueinte toca regresar a Buenos Aires. Antes de subirme al avi&oacute;n recuerdo al cartel que vi al inicio del viaje y pienso que las experiencias que me quedan a&uacute;n por descubrir en Santiago de Chile. Quedar&aacute; regresar.&nbsp;

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