Pinta r&aacute;pido y en la previa de sus muestras suele volar de fiebre. Carrie Bencardino no puede parar: quiere plasmar la memoria visual de quienes, como en su caso, escapan de la normatividad.

Toma 1. La galer&iacute;a
&ldquo;Exacerbar la escena&rdquo;. Queda anotada esa frase en la cuenta que uso en el smartphone, una especie de alter ego de mi propio n&uacute;mero, un soliloquio de ideas, links, datos o palabras como estas que definen una situaci&oacute;n y podr&iacute;an olvidarse o repetirse con una leve variaci&oacute;n con el transcurso de las horas. Pero las palabras son precisas, quir&uacute;rgicas, tanto para referirse a las enormes pinturas de siete metros de superficie que cubren cuatro paredes de la galer&iacute;a Piedras en San Telmo como para dar cuenta de la criatura que domina el centro de la escena, la misma cuya obra me hab&iacute;a demudado en ArteBA. Unos close up gigantes de rostros distorsionados, gestos que tomaban toda la superficie de los cuadros, incluso los bordes, como detalles de la Marilyn de Warhol imaginada en un s&oacute;rdido final de alcohol, pastillas y ba&ntilde;era desbordada en el Chelsea Hotel, que se fueron de la feria a la colecci&oacute;n del Museo de Arte Moderno. Carrie Bencardino se llama la criatura andr&oacute;gina que dice que hizo estas pinturas gigantes para &ldquo;exacerbar la escena&rdquo; y con los m&iacute;nimos movimientos necesarios para hablar hace que sus aros gigantes provoquen un golpeteo micro met&aacute;lico. Hay algo en su persona, muy mostri, el maquillaje oscuro y los pelos pinchudos, el contraste entre un vestido c&aacute;ndido con las botas high heel y los tatuajes que la ubican en un no-tiempo de princesa Inca o guerrero de Blade Runner (cuando hablemos Carrie va a corregir todas las veces que sea necesario mis palabras por las suyas, dichas en riguroso inclusivo). Salgo de Piedras, la galer&iacute;a, bajando una escalera de PH pensando que acabo de conocer a quien podr&iacute;a ser modelo de tapa de la Cerdos &amp; Peces que jam&aacute;s ser&aacute; publicada. Lamostra punk (trayendo al misterioso Helmostro punk que formaba parte del staff de la revista &ldquo;de este sitio inmundo&rdquo;). Pero, sobre todo, que acabo de ver las obras que m&aacute;s me impactaron en los &uacute;ltimos a&ntilde;os. Y uno de los mejores nombres de muestra posibles: Una remera no negra.

"El tipo de imagen que quiere plasmar necesita de esa urgencia, pide a gritos esa intensidad"

Toma 2. Instagram
El 19 de octubre @carriepuzzle postea una foto suya entre las ramas de un &aacute;rbol. Escribe: &ldquo;Recuerdo de cuando era un elfo darkero del boske ibicenco. Mi yo emo del pasado hubiera amado esta foto y la hubiera subido a su fotolog/em0tional_girl_xx (en aquel entonces era nena). Dentro de poco inauguro muestra y como no pod&iacute;a ser de otra manera me enferm&eacute;. Todas repito TODAS las instancias de exposici&oacute;n as&iacute; fuertes me traen de regalo una gripe SIEMPRE. Un cl&aacute;sico m&iacute;o terminar pintando con fiebre&rdquo;. C&oacute;mo no terminar con fiebre si Carrie va a revelar, despu&eacute;s, que complet&oacute; esta serie de pinturas en apenas un mes y medio en un taller de Parque Patricios. &iquest;Un mes y medio? Ning&uacute;n dormir, como dec&iacute;amos en los nochentas. &ldquo;Es que tengo un cohete en el orto&rdquo;, dir&aacute;, vampiro de barrio, al fin. El tipo de imagen que quiere plasmar necesita de esa urgencia, pide a gritos esa intensidad. No pueden tardar mucho las pinturas porque si no ya no ser&iacute;an lo que hubiera querido que fueran.&nbsp;
En la previa de la marcha del orgullo LGBTQ postea otra imagen que podr&iacute;a llamarse el desayuno del vampiro. A la cotidianeidad de una taza de caf&eacute; y el escroleo en el smartphone se contrapone otra imagen impactante salida de una vi&ntilde;eta de c&oacute;mic g&oacute;tico. Carrie es un transformer, los pliegues de una capa que amenazan con desplegarse como las alas de un bicho nocturno. &iquest;Ser&aacute; meterse demasiado en su intimidad decir que su perfil de whatsapp muestra un murci&eacute;lago rabioso?

Toma 3. El bar
Carrie por la ma&ntilde;ana, apenas montade, es tambi&eacute;n un espect&aacute;culo del yo. El pelo azul el&eacute;ctrico que le cae en dos mechas largas y los piercings en primer plano como estrellas en una constelaci&oacute;n. Pierdo la cuenta, pero retengo en la memoria los dos que lleva puestos en los dientes delanteros y el cuidadoso depilado de las cejas adem&aacute;s del detalle del cuerpo tatuado como un mapa antiguo que empieza casi en el cr&aacute;neo con, de nuevo, las alas desplegadas de un murci&eacute;lago. Carrie se pide un jugo de naranja y tose mucho. Lleg&oacute; caminando bajo la lluvia desde la casa de su novia pero vive en Floresta donde tambi&eacute;n est&aacute; su taller de tatoo &ldquo;queer transfeminista&rdquo;. Precisa la direcci&oacute;n: Segurola 777. Y remata &ldquo;un paso arriba del diablo&rdquo;. De nuevo el contraste. Hasta ah&iacute; le hab&iacute;a escuchado con una voz dulce que delata que debajo de todo este montaje hubo, alguna vez, otra cosa. Pero, &iexcl;zas! Carrie tiene esa capacidad para derrapar en un segundo al siniestro total. Cuando dice &ldquo;un paso arriba del diablo&rdquo; hago como si no hubiera escuchado y le tengo que repreguntar porque no me imagino que puede haber m&aacute;s all&aacute; del diablo. Ni quiero.&nbsp;
Cuando quiero saber por su nombre (supongo que remite a la historia de Stephen King filmada por Brian de Palma en 1976 y no me equivoco) hay algo en su expresi&oacute;n que cambia. Deja de mirar de frente, cambia la postura del cuerpo y se refugia en el cierre de su mochila al que parece acariciar como si fuera un gato dormido. &ldquo;Carrie es mi nombre adquirido&rdquo;, cuenta.&nbsp;
A los 15 a&ntilde;os Carrie emergi&oacute; a partir de un juego de rol llamado Vampiro la mascarada que le revel&oacute; quien es ahora. &ldquo;Yo siento que fui una persona durante toda mi vida con el nombre de mi DNI. Desde que apareci&oacute; Carrie siento que pude ser todo lo que quer&iacute;a. Proyect&eacute; en este personaje toda esta imagen y por eso lo adopt&eacute;. Es quien soy, quien quer&iacute;a ser. Hasta el d&iacute;a de hoy&rdquo;.&nbsp;
En tiempos digitales, pinta porque se asume &ldquo;romantique&rdquo; y porque siente el deseo de plasmar una memoria de las subculturas que escaparon de la normatividad. Cada gesto visual, cada resto de maquillaje que capta tiene el espesor de la historia de la disidencia en su grupo de cercan&iacute;a o en las im&aacute;genes que estudi&oacute; del club Blitz de Londres. En la pintura de este vampiro afable nacido en Pilar est&aacute;n aquellos &ldquo;lipstick traces&rdquo; (rastros de carm&iacute;n) en los que Greil Marcus supo encontrar una l&iacute;nea directa de las sectas milenaristas al dada&iacute;smo, el situacionismo y, al fin, el punk, como un estallido larvado por siglos. Una remera no negra es todo eso consagrado al altar de la gran pintura. Gracias por aparecer y exacerbar la escena.

Carrie Bencardino

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