Mar&iacute;a Celeste Losa, bailarina solista de La Scala de Mil&aacute;n en el Col&oacute;n. Un ida y vuelta a sus ra&iacute;ces.&nbsp;

&iquest;C&oacute;mo se sienten aquellos segundos antes de salir a escena? El cabello tirante, ajustadas las zapatillas de punta, el cuerpo fuerte pero laxo y, a un par de pasos, el escenario de un teatro centenario. &ldquo;Siento un poco de presi&oacute;n, las ganas de que sea todo perfecto y, obviamente, vulnerabilidad&rdquo;, dice Mar&iacute;a Celeste Losa, la bailarina argentina Solista del Ballet del Teatro alla Scala de Mil&aacute;n desde el 2018. &ldquo;Con el pasar del tiempo soy m&aacute;s consciente de la responsabilidad que conlleva el lugar en el que estoy y de lo importante que es. Eso s&iacute;, en el momento que uno sale al escenario esos pensamientos desaparecen. Eso es lo lindo, &iquest;no? La adrenalina&rdquo;.&nbsp;
El Bolshoi y el Mariinski en Rusia, el Royal Ballet en Inglaterra, la Opera de Par&iacute;s en Francia, La Scala en Italia, el Col&oacute;n con Julio Bocca a la cabeza en Argentina. Pocos son los cuerpos de ballet que disputan, a&ntilde;o a a&ntilde;o y funci&oacute;n a funci&oacute;n, una batalla con la gloria, que recorren la tangente de la perfecci&oacute;n. &ldquo;Nunca dud&eacute; y nunca me plant&eacute;e hacer otra cosa, cambiar. Se fue dando todo y en el momento justo&rdquo;, dice. Mar&iacute;a Celeste Losa es de La Plata, naci&oacute; en 1996 y comenz&oacute; su formaci&oacute;n como bailarina cl&aacute;sica a los siete a&ntilde;os en el Instituto Superior de Arte del Teatro Col&oacute;n y luego en el Instituto Arte Ballet con Lilian Giovine. A los dieciocho se convirti&oacute; en la primera bailarina del Ballet Nacional de Argentina bajo la direcci&oacute;n de I&ntilde;aki Urlezaga y un a&ntilde;o despu&eacute;s se fue a Mil&aacute;n. &ldquo;Empec&eacute; a trabajar de muy chica. Ten&iacute;a ensayos muy temprano o hasta tarde y tuve que priorizar lo que quer&iacute;a hacer, que era bailar&rdquo;, dice Mar&iacute;a Celeste, &ldquo;dejaba de salir con amigos pero no lo not&eacute; como una carga: al otro d&iacute;a ten&iacute;a que rendir y sab&iacute;a que era as&iacute;. Porque estamos todo el tiempo enfocados en lo que vamos haciendo y es necesario tener al lado a personas que te entiendan y te acompa&ntilde;en&rdquo;.&nbsp;
No miente. Marcan las once de la noche y apenas comenzamos la entrevista. Mar&iacute;a Celeste acaba de volver de un ensayo, est&aacute; reci&eacute;n ba&ntilde;ada y con una taza de t&eacute; en la mano. En contra de toda fantas&iacute;a a lo Darren Aronofsky, director de la pel&iacute;cula el Cisne Negro que pinta el mundo de la danza en forma despiadada, ella lleva la exigencia con ligereza. &ldquo;Fisicamente me siento privilegiada. S&iacute; fui notando que a lo largo de la carrera llegan complicaciones por lesiones o sobrecarga f&iacute;sica. Siempre est&aacute; el dilema de no querer frenar o perderme una funci&oacute;n, pero hay que parar cuando el cuerpo dice basta. Todav&iacute;a lucho con eso&rdquo;. Le pregunto si piensa que a veces el nivel de exigencia es muy alto y contesta con un ejemplo. &ldquo;En cada cosa que voy haciendo, mi cabeza no deja de pensar en la funci&oacute;n. Me acuesto a dormir una siesta y me viene a la mente todo, y ah&iacute; trato de desconectar&rdquo;.&nbsp;
&ldquo;&iquest;En qu&eacute; piensa esa cabeza?&rdquo;, le pregunto. &ldquo;Primero me concentro en la limpieza de los movimientos, la perfecci&oacute;n, que no haya momentos que distraigan al espectador, que sea algo que fluya&rdquo;, explica. &ldquo;Es bueno ponerse en la piel del personaje desde el minuto uno, pero lo m&aacute;s importante es llegar al p&uacute;blico, convencerlo, emocionar. Eso es lo lindo que tiene la danza: es un momento de arte en el que el p&uacute;blico tiene que sentarse, disfrutar y meterse adentro de la historia, de lo que uno est&aacute; contando&rdquo;. Queda en silencio y luego dice: &ldquo;Vas a pensar que soy una obsesiva&rdquo;. Le digo que no me sorprender&iacute;a que lo fuera. &ldquo;No es as&iacute; todo el tiempo; tengo momentos, momentos de relax&rdquo;.&nbsp;
Mar&iacute;a Celeste pasa un largo rato hablando de los bailarines y core&oacute;grafos que marcaron su carrera. Pide disculpas por la extensi&oacute;n de sus recuerdos. &ldquo;Frename si es mucho&rdquo;, dice. Menciona a Manuel Legris, William Forsythe, Massimo Murru, Isabelle Guerin, a Roberto Bolle, a sus maestros en Argentina &ndash;Urlezaga, Giovine&ndash;, a Julio Bocca. &ldquo;Tuve la oportunidad de conocerlo en Mil&aacute;n, cuando vino a dar clases y a hacer Don Quijote&rdquo;. Su &uacute;ltimo cruce fue en agosto; Celeste bail&oacute; en la celebraci&oacute;n del centenario del Ballet Estable del Teatro Col&oacute;n dirigida por Bocca. &ldquo;Me encantar&iacute;a volver a Argentina m&aacute;s seguido a bailar al Col&oacute;n. Creo que es importante ir a las ra&iacute;ces y mantener la conexi&oacute;n no solo art&iacute;stica sino tambi&eacute;n emocional. Mi familia est&aacute; ac&aacute;&rdquo;.&nbsp;&nbsp;
Le pregunto si tiene alg&uacute;n pendiente. &ldquo;Que me den el t&iacute;tulo de principal. En La Scala tenemos categor&iacute;as estables, como en el Col&oacute;n, entonces reci&eacute;n habr&aacute; concurso cuando el puesto est&eacute; libre. Me gustar&iacute;a eso para coronar mi carrera&rdquo;, dice y piensa unos segundos. &ldquo;Tambi&eacute;n interpretar roles m&aacute;s actorales como Tatiana en Onegin o Manon. Es algo m&aacute;gico porque te divert&iacute;s, sos el personaje, viv&iacute;s el momento y cuando sal&iacute;s del escenario te pregunt&aacute;s &acute;&iquest;qu&eacute; pas&oacute;? &acute; No sos consciente de la dimensi&oacute;n que tiene lo que est&aacute;s viviendo&rdquo;.&nbsp;

Fotograf&iacute;as: Germ&aacute;n Romani

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