La cultura digital se nutre de movimiento, por eso las tendencias desfilan en loop en nuestras pantallas. Gu&iacute;a de la jerga 2025 y sus significados.

Desbloqueo el tel&eacute;fono, la computadora y all&iacute; est&aacute;: un tapis roulant de im&aacute;genes, de nomenclaturas cuya permanencia no es mayor que la del c&oacute;digo token de una aplicaci&oacute;n de autenticaci&oacute;n. La moda en Internet, con sus tendencias y su l&eacute;xico, sabe solo de movimiento. Por eso, el lugar que hoy ocupa la est&eacute;tica demure antes fue la del mob wife, del office siren, de la coquette, del old money o de algo que lleve el sufijo -core.&nbsp;
Con ritmos ultraacelerados, el flujo de las microtendencias sucede en el seno de la cultura digital de lo aesthetic &mdash;est&eacute;tico/a en espa&ntilde;ol&mdash;, un concepto que, distanciado de su sentido filos&oacute;fico y acad&eacute;mico, rige los mecanismos de construcci&oacute;n de identidad online. Sin&oacute;nimo de clima, sensibilidad, vibra y algo parecido a la belleza, lo aesthetic establece par&aacute;metros visuales sobre el deseo. Lejos de un compromiso manifiestamente ideol&oacute;gico o de ser una respuesta a una necesidad tangible, la opci&oacute;n por una aesthetic responde a una b&uacute;squeda regida por lo emotivo, lo aspiracional y el deseo de pertenencia.&nbsp;&nbsp;
Sin embargo, en el prefacio de Historia de la est&eacute;tica, Raymond Bayer argumenta que &ldquo;los valores est&eacute;ticos no se presentan aislados&rdquo; sino que &ldquo;son funciones de valores morales y pol&iacute;ticos&rdquo;. As&iacute;, dentro de la l&oacute;gica de la forma sobre la funci&oacute;n o del &ldquo;arte por el arte mismo&rdquo; &mdash;consigna fundamental del movimiento est&eacute;tico del siglo XIX&mdash;, tambi&eacute;n hay una toma de posici&oacute;n: &iquest;a qu&eacute; se opone la cultura de lo aesthetic? &iquest;Qu&eacute; nos dice de la moral, la pol&iacute;tica de adoptar, por ejemplo, un estilo demure?&nbsp;

&ldquo;La tendencia aesthetic se rige por lo emotivo, lo aspiracional y el deseo de pertenencia&rdquo;.&nbsp;

En su traducci&oacute;n del ingl&eacute;s, demure quiere decir reservado, sobrio, recatado. Para Jools Lebron, la creadora de contenido que lo acu&ntilde;&oacute;, el uso del t&eacute;rmino proviene de la iron&iacute;a; lo que nace como respuesta a las cr&iacute;ticas por un maquillaje exagerado deviene en una actitud de ser consciente, moderado y aut&eacute;ntico en el modo en el que uno act&uacute;a y se presenta ante el resto. La inocencia y la modestia, el uso de c&aacute;rdigans, zapatos de taco bajo, textiles de fibras nobles, faldas hasta (o m&aacute;s all&aacute; de) la rodilla, sastrer&iacute;a, accesorios m&iacute;nimos y cabello y rostro al natural: la est&eacute;tica demure no es ni pl&aacute;stica ni ruidosa.&nbsp;
Esta nonchalance peterpanesco que entrevera ingenuidad y algo de descuido es lo que separa visualmente al demure del old money y la stealth wealth; dos tendencias que disecan, itemizan e imitan el estilo de los ultrarricos&nbsp; &mdash;herederos de riqueza generacional o grandes empresarios&mdash;. Sin satirizar, gu&iacute;as y tutoriales compendian los ingredientes de estos estilos: paletas neutras, ausencia de logos, prendas de estilo preppy, mocasines, camisetas polo, relojes de marca, sweaters de cachemira y, en especial, mentalidad de millonario. &ldquo;Fake it till you make it&rdquo; (Finge hasta lograrlo), dice la regla. Frente a un mercado laboral que no recupera la pujanza de la prepandemia, la juventud se obsesiona con los uniformes de los WASP (protestante blanco anglosaj&oacute;n) y los yuppies, con firmas como Loro Piana, Brunello Cucinelli y Tod&rsquo;s y con personajes como Carolyn Bessette-Kennedy y Patrick Bateman, porque solo el pensamiento m&aacute;gico pareciera poder enfrentarse a una econom&iacute;a ralentizada, estancada.&nbsp;

de la A a la Z&nbsp;&nbsp;
aesthetic
coquette&nbsp;
demure
mob wives
new look
nonchalance
office siren&nbsp;
old money
power dressing
preppy&nbsp;&nbsp;
stealth wealth
trad wife

De la misma fantas&iacute;a de estabilidad socioecon&oacute;mica brotan las est&eacute;ticas de la hiperfeminidad. Algunas conservadoras como las trad wives, una reedici&oacute;n de las amas de casa de los a&ntilde;os 50 con cabello a lo Ingrid Bergman y silueta del new look, y las mob wives que siguen los pasos de Elvira Hancock en Scarface y Adriana La Cerva en Los Soprano: Roy Halston y Roberto Cavalli, tapados de piel y joyer&iacute;a dorada, u&ntilde;as esculpidas y sat&eacute;n. Otras modernas como la coquette, que apropia elementos de la ni&ntilde;ez &ndash;los mo&ntilde;os, el color rosa, los volados, el encaje, las perlas&ndash; d&aacute;ndole forma a una feminidad que no se presta a la sexualizaci&oacute;n; o el office siren, que saca el atuendo minimalista de oficina de los 90&nbsp; &mdash;camisas entalladas, faldas rectas, microgafas de lectura&mdash; del lugar de trabajo y lo resignifica como un power dressing que articula sensualidad, &eacute;xito e independencia.&nbsp;
Para el psicoan&aacute;lisis, el deseo se vincula &iacute;ntimamente con la falta. Existe en la tensi&oacute;n entre la b&uacute;squeda constante y la imposibilidad de su satisfacci&oacute;n, en la idea de que el deseo siempre es nuevo porque la meta siempre cambia. Las tendencias, como mecanismo, operan de la misma manera: ante la crisis financiera, el old money; ante la vidriera de las redes sociales, el demure; ante el fin del amor de pel&iacute;cula, la trad wife. Para la moda, lo aesthetic es el otro.

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