En su segundo &aacute;lbum, Hija de ruta, Lucy Patan&eacute; reafirma los votos: la m&uacute;sica es para siempre.

&ldquo;Nadie me avis&oacute; de qu&eacute; se trataba hacer una segunda obra&rdquo;, repite la m&uacute;sica y productora Lucy Patan&eacute; cada vez que le preguntan por su nuevo disco, Hija de ruta. Es que ella dice que el primero se compone durante toda la vida y que, despu&eacute;s de publicado, se sinti&oacute; vac&iacute;a, &iquest;de qu&eacute; iba a escribir? &iquest;Qu&eacute; ten&iacute;a para decir? Como un recipiente, se qued&oacute; sin nada y fue la experiencia de la vida, de salir a tocar, la que volvi&oacute; a llenar el tarrito creativo. Desde que public&oacute; Lucy Patan&eacute; en 2019 hasta este a&ntilde;o, la guitarrista y multiinstrumentista estuvo explorando la duda, (aunque suene contradictorio) con decisi&oacute;n y dramatismo que quedaron condensados en 32 minutos.
&ldquo;El d&iacute;a que sali&oacute; el disco lo escuch&eacute; apenas se public&oacute;, a las 00 horas. Ah&iacute; me di cuenta de que era muy intenso&rdquo;. Acto seguido empez&oacute; a escribirles a todos sus conocidos para advertirles que no era tranquilo, que no lo escucharan antes de dormir, que ten&iacute;a mucha energ&iacute;a. &ldquo;Me agarr&oacute; una especie de locura hasta que entend&iacute; que no les pod&iacute;a avisar a todos y largu&eacute;&rdquo;, relata, casi con timidez y risa. Si bien demor&oacute; varios a&ntilde;os en llegar a este nuevo material, el proceso fue vertiginoso: desde que lo termin&oacute;, se subi&oacute; a plataformas y lo present&oacute; en un Niceto Club con las entradas agotad&iacute;simas desde bastante tiempo antes, donde no cab&iacute;a ni un alfiler.
Las doce canciones de este &aacute;lbum reci&eacute;n estrenado hablan con vitalidad sobre ser una m&uacute;sica. Es una declaraci&oacute;n de principios: de la independencia, de la vida como artista, de la reafirmaci&oacute;n p&uacute;blica de haber nacido para eso. Incluso hay una canci&oacute;n sobre la burocracia que implica el mundo de la autogesti&oacute;n, de aplicar a fomentos, de hacer tr&aacute;mites, de pagar facturas. Pero m&aacute;s all&aacute; de todo, hay en Hija de ruta una reafirmaci&oacute;n. &ldquo;Voy a vivir y morir haciendo esto&rdquo;, dice desde Ginebra, primera parada de su gira europea.&nbsp;

&nbsp;&ldquo;De alguna manera este es un disco que se hizo en mi preadolescencia, qued&oacute; guardado en el cosmos y reci&eacute;n ahora sali&oacute;&rdquo;.

De falso, nada. Lucy repiensa las palabras e intenta describir lo mejor posible lo que est&aacute; pensando. En el &uacute;ltimo tema, &ldquo;Estoy aburrida&rdquo;, hace una colaboraci&oacute;n, un featuring, con su pasado: se escucha una grabaci&oacute;n de sus nueve a&ntilde;os con Ricardo, su pap&aacute; y su hermana, Jackson Patan&eacute; en bater&iacute;a y bajo, mientras ella, mini Lucy, toca la guitarra y canta: &ldquo;Estoy aburrida, pap&aacute; / llevame a la plaza, comprame caramelos, pap&aacute;&rdquo;. Es un blues divertido que cierra el disco y, en cierta forma, demuestra que la pasi&oacute;n por la m&uacute;sica la trae desde la cuna, no es pasajera ni fugaz como todo en el mundo actual.
&nbsp;&ldquo;Despu&eacute;s de sufrir y disfrutar haciendo el disco pude darme cuenta de lo que estaba diciendo, lo familiar que era&rdquo;. En la tapa, una foto de ella de ni&ntilde;a ilustra el camino en la m&uacute;sica, cuando a los nueve a&ntilde;os se sent&oacute; en un caj&oacute;n de cervezas en un escenario armado en el estacionamiento de un supermercado en Bernal, provincia de Buenos Aires, y toc&oacute; sus primeros temas en el bajo con la banda de su pap&aacute;. &ldquo;De alguna manera este es un disco que se hizo en una &eacute;poca de mi preadolescencia, que qued&oacute; guardado en el cosmos y reci&eacute;n ahora sali&oacute;. Siento que es un acto de justicia con la mini Lucy, que era tan t&iacute;mida e insegura, y ahora tiene su perfil de Spotify, su canci&oacute;n editada, y est&aacute; protegida por el tiempo&rdquo;.

&ldquo;Este &aacute;lbum es un acto de justicia con la mini Lucy, que era t&iacute;mida e insegura, y ahora tiene su perfil de Spotify, su canci&oacute;n editada, y est&aacute; protegida por el tiempo&rdquo;.

La ni&ntilde;a que tocaba el bajo, luego la bater&iacute;a y en la adolescencia agarr&oacute; la guitarra &ndash;despu&eacute;s de que sus padres le vendieran la consola de videojuegos para evitar que se le generara una adicci&oacute;n&ndash; es la que hoy se viste de personajes para salir a escena. Si alguna vez fue una especie de vaquera del lejano oeste del rock, o encarn&oacute; a un Jim Carrey en La M&aacute;scara para sus recitales, ahora explora otra personalidad, una m&aacute;s cercana a quien ella es, sin que la ropa o la guitarra sean su armamento. M&aacute;s c&oacute;moda, como un equipo donde las canciones en vez de contar una ciencia ficci&oacute;n se parezcan m&aacute;s a una biopic.
Durante la sesi&oacute;n de fotos, algo se destrab&oacute;. Jug&oacute; con el vestuario de una manera despojada del rol ficcional. &iquest;Qu&eacute; hay debajo de ese saco rosado? No es una muralla, es una m&uacute;sica que estuvo los &uacute;ltimos treinta a&ntilde;os de su vida subi&eacute;ndose a escenarios, a veces tocando de espalda por pudor, a veces como sesionista de Natalia Oreiro, de Diego Frenkel o incluso de Cristian Castro, o como guitarrista de las bandas que form&oacute;: Las Taradas o La Cosa Mostra. Reci&eacute;n con su nombre, como solista, con sus canciones y su voz, la exposici&oacute;n fue casi total, y la vulnerabilidad que le provoca drama, locura y ansiedad, es solo ganancia para quien la escucha. Esas doce canciones son el retrato de un camino, y hablan con su verdad.
Cuando esta revista est&eacute; en la calle, Lucy reci&eacute;n habr&aacute; vuelto de su gira por Europa y se estar&aacute; preparando para presentarse en Buenos Aires el 11 de diciembre, con ese pu&ntilde;ado de canciones de estreno que apenas fueron tocadas en un par de ciudades. La experiencia en la ruta la habr&aacute; ayudado a asentar el show, a entender bien c&oacute;mo tocarlo, qu&eacute; siente con estas composiciones, y c&oacute;mo responde el p&uacute;blico. Nunca se sabe qu&eacute; va a pasar, ni con los discos ni con los recitales. &ldquo;Esa es la magia, y m&aacute;s que expectativas lo que tengo es ganas de subirme a la combi de Hija de ruta e ir hasta donde pueda, porque esto acaba de empezar&rdquo;.

Maquillaje y peinado: Florencia D&rsquo;Angelo. Asistente de fotograf&iacute;a: Manuela Diaz Lima. Agradecimiento: Estudio Crop.

Lucy Patané: la vida como artista

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