Para Marta D. Riezu la moda que vale la pena exige priorizar, elegir, cuidar.

En La moda justa, la periodista y autora Marta D. Riezu plantea un mapa posible para navegar un tema sinuoso: c&oacute;mo vestir con &eacute;tica. La primera parte de este libro est&aacute; relacionada con una tem&aacute;tica que se viene se&ntilde;alando hace varios a&ntilde;os &ndash;por lo menos desde el estreno del ya cl&aacute;sico documental The True Cost en 2015&ndash;, que es el verdadero costo que tiene para los trabajadores y para el planeta la producci&oacute;n de prendas cada vez m&aacute;s baratas. Y lo f&aacute;cil que resulta ocultar esas realidades cuando hay semejante desconexi&oacute;n entre quienes producen y quienes consumen.
La autora espa&ntilde;ola nos invita a educarnos como consumidores y tomar la iniciativa de informarnos sobre las marcas antes de comprar. &ldquo;No hay marcas perfectas sino marcas m&aacute;s o menos responsables&rdquo;, escribe, a la vez que ofrece una serie de herramientas para aprender a separar el trigo de la ciza&ntilde;a. Tambi&eacute;n confecciona una lista de textiles seg&uacute;n su impacto medioambiental, ofrece una perspectiva interesante acerca de la tan discutida apropiaci&oacute;n cultural y piensa el fen&oacute;meno de la venta online, con los nuevos desaf&iacute;os que eso implica para la industria. Pero en definitiva lo m&aacute;s valioso de este libro son las propuestas, que enamoran justamente por su sencillez. Riezu propone desacelerar nuestro ritmo de consumo, cuidar lo que tenemos. En s&iacute;ntesis: &ldquo;recuperar lo lento, lo ancestral y lo simbi&oacute;tico&rdquo;.&nbsp;Hace hincapi&eacute; en la importancia de revalorizar los oficios, la sastrer&iacute;a, las prendas bien hechas. Cita al cr&iacute;tico de arte Soetsu Yanagi: &ldquo;Los objetos fabricados sin un criterio &eacute;tico y est&eacute;tico generan pobreza; aunque sean accesibles, provocan insatisfacci&oacute;n&rdquo; y concluye: &ldquo;lujo es lo que se puede reparar&rdquo;, lo que vale la pena reparar, podr&iacute;amos agregar. Es decir, elegir prendas que hayan sido elaboradas a conciencia y luego cuidarlas a consciencia, echar mano del costurero dom&eacute;stico: &ldquo;Si algo requiere nuestro esfuerzo, lo valoramos m&aacute;s; conectamos con el capital humano que permiti&oacute; su creaci&oacute;n. Es menos probable que lo consideremos desechable. En la fragilidad del objeto vemos la nuestra&rdquo;.&nbsp;
En la puesta en valor de los oficios, argumenta Riezu, hay una concepci&oacute;n de la moda no como consumo voraz sino como expresi&oacute;n cultural de un territorio: &ldquo;La p&eacute;rdida progresiva de ciertos oficios y sus conocimientos provoca que muchos objetos queden hu&eacute;rfanos. Se pierden c&oacute;mos y porqu&eacute;s. Con la desaparici&oacute;n de la excelencia, guardiana de s&iacute;mbolos y de secretos, se esfuma parte de nuestra cultura&rdquo;. En el proceso de rescatar estas formas de hacer, destaca el rol de las peque&ntilde;as y medianas marcas, sobre todo las j&oacute;venes, que se&ntilde;alan el rumbo con proyectos que tienen la sostenibilidad como pilar y se proponen producir por fuera de la l&oacute;gica de la fast fashion: prendas que son bellas precisamente porque son &uacute;nicas, porque tienen historia y cultura, porque duran.
La moda justa. Editorial Anagrama

“Lujo es lo que se puede reparar”

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