Ambiente Belle Epoque y especialidades de la pasteler&iacute;a francesa a la hora del t&eacute;.

La ilusi&oacute;n de un sendero bordeado de vegetaci&oacute;n exuberante, creada por un mural de Sof&iacute;a Willem&ouml;es y por la luz del d&iacute;a que ba&ntilde;a el corredor, conduce al hist&oacute;rico jard&iacute;n de invierno de la familia Castex. All&iacute;, en el centro de un gran vitral, una delicada doncella le tiende un racimo de uvas a un angelito rechoncho. Al fondo, una arcada con molduras doradas de motivos vagamente griegos, al gusto de la arquitectura ecl&eacute;ctica del Centenario, cierra el paso al antiguo comedor. La memoria de un gran espejo moteado, en medio del sal&oacute;n, acumula los reflejos de m&aacute;s de un siglo. Si estas paredes hablaran, seguramente lo har&iacute;an en franc&eacute;s.
Hoy el lugar es un remanso gourmet en pleno centro porte&ntilde;o: Le Jardin Secret. Este salon de th&eacute; de aristocr&aacute;tico encanto funciona en el primer piso de la antigua mansi&oacute;n que ocupa la Alianza Francesa desde 1929, cuando compr&oacute; el edificio, por 400 000 pesos de entonces, al acaudalado terrateniente Eduardo Castex. Desde aquel momento, sucesivas reformas parciales adaptaron la mansi&oacute;n al uso institucional, con la ense&ntilde;anza de la lengua francesa como eje y un sinn&uacute;mero de actividades culturales girando alrededor. Adem&aacute;s de los cursos y ateliers de franc&eacute;s, hay conferencias, exposiciones y funciones de cine y teatro en el auditorio construido en el sector que alguna vez alberg&oacute; un sal&oacute;n de baile. Entre tantas transformaciones, el antiguo jard&iacute;n de invierno, igual que la biblioteca, mantuvo la atm&oacute;sfera original del petit h&ocirc;tel de los Castex, que ahora le da car&aacute;cter a Le Jardin Secret. Los alumnos, visitantes y gourmands que atraviesan este umbral del tiempo ocupan mesas bien surtidas de p&acirc;tisserie y viennoiserie. De fondo, una playlist a volumen amable: la voz de Zaz reinventando &ldquo;La vie en rose&rdquo; o la ex primera dama Carla Bruni susurrando &ldquo;Un secret&rdquo;.

&ldquo;Las teselas se compraban por cat&aacute;logo y se importaban de Europa, estas son las mismas que hay en el Teatro Col&oacute;n&rdquo;. Marie Sinizergues

La arquitecta Marie Sinizergues, que restaur&oacute; el espacio hace una d&eacute;cada y se ocup&oacute; hace algunos meses de su ambientaci&oacute;n para esta nueva vida, se&ntilde;ala el mosaico bajo nuestros pies. &ldquo;Las teselas se compraban por cat&aacute;logo y se importaban de Europa, estas son las mismas que hay en el Teatro Col&oacute;n &ndash;informa&ndash;. En la tarea de restauraci&oacute;n, la mayor dificultad fue lograr exactamente el tono de blanco de las originales para reemplazar piezas faltantes&rdquo;. Para evocar el esp&iacute;ritu del jardin d&rsquo;hiver, incluy&oacute; algunos sillones de mimbre y algunas plantas. Con un golpecito en la pared hace escuchar, bajo la pintura, el noble sonido de la boiserie restaurada, y comenta, fijando la mirada sobre la guarda griega de la arcada: &ldquo;En el estilo de principios del siglo XX hab&iacute;a un gusto marcado por la diversidad. Era habitual que se combinaran unos elementos Luis XV, unos m&aacute;s ingleses, otros medievales&hellip; Todo era posible&rdquo;. Marie tambi&eacute;n tiene acento franc&eacute;s: lleg&oacute; por primera vez a Buenos Aires en 1999, para un intercambio universitario, y cinco a&ntilde;os m&aacute;s tarde regres&oacute; para radicarse (entretanto descubri&oacute; el tango y bailando en una milonga de Boedo se enamor&oacute; de Diego, su marido).
Le Jardin Secret es una inmersi&oacute;n en la tradici&oacute;n dulce: pain au chocolat, croissants, &eacute;clairs, tartelettes, elaborados con harina y manteca importadas de Francia, para la hora del t&eacute;&hellip; Pero tambi&eacute;n se puede disfrutar una quiche o las sp&eacute;cialit&eacute;s de Niza &ndash;como la socca o la pissaladi&egrave;re&ndash; para un almuerzo ligero. La carta tiene el sello de Gontran Cherrier, artisan boulanger de cuarta generaci&oacute;n de Normand&iacute;a, que abri&oacute; su primer local parisino en Montmartre en 2010 y hoy despliega su cadena en plazas como Bangkok, Beijing, Se&uacute;l y Riad.
La franquicia en Argentina de Gontran Cherrier est&aacute; a cargo de Renato Civelli, futbolista nacido en Pehuaj&oacute; que comenz&oacute; su carrera como defensor en el club Banfield, jug&oacute; en el Olympique de Marseille y el Olympique Gymnaste Club de Niza, y ya retirado encontr&oacute; una nueva pasi&oacute;n en la gastronom&iacute;a. Un empresario que se reivindica con orgullo panadero, en 2019 abri&oacute; el primero de los cinco locales porte&ntilde;os que comanda, y en una gran jugada desembarc&oacute; en el coraz&oacute;n de la Alianza.

Le Jardin Secret

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