&ldquo;Dise&ntilde;o, arte e industria argentina&rdquo; es la nueva muestra sobre la obra de Lucrecia Moyano que puede verse actualmente en el Museo Nacional de Arte Decorativo.&nbsp;

Con curadur&iacute;a de Larisa Mantovani, la expo exhibe el grandioso trabajo de Moyano a lo largo de su trayectoria: vidrios, acuarelas, textiles y hasta una vidriera para la tienda Harrods de la ciudad de Buenos Aires.&nbsp;
Interesada por el dibujo y la pintura, Moyano comenz&oacute; como autodidacta y luego se form&oacute; con la artista francesa L&eacute;onie Matthis. Entre sus primeras obras fueron frecuentes los temas relacionados con el mar y las ba&ntilde;istas. La artista sol&iacute;a inspirarse en las playas de Mar de Plata, ciudad balnearia que hab&iacute;a sido fundada por su bisabuelo, el estanciero y comerciante Patricio Peralta Ramos. Debido a la gran calidad de sus trabajos tambi&eacute;n pint&oacute; acuarelas para el hotel Llao Llao de Bariloche, invitada por el arquitecto Alejandro Bustillo.
En 1934, Moyano fue convocada por Le&oacute;n Fourvel Rigolleau para dirigir Rigoart, la secci&oacute;n art&iacute;stica de su empresa Cristaler&iacute;as Rigolleau. A partir de all&iacute;, la pr&aacute;ctica de la artista cambiar&iacute;a para siempre, ampliando su horizonte de posibilidades de intervenci&oacute;n est&eacute;tica. Moyano se interes&oacute; tanto en la fabricaci&oacute;n industrial como en la invenci&oacute;n de piezas &uacute;nicas. Cre&oacute; objetos de cristaler&iacute;a fina, art&iacute;culos de iluminaci&oacute;n y bazar de calidad, que se sumaron a los productos utilitarios que ya comercializaba la firma.&nbsp;
Si bien al principio su presencia en la f&aacute;brica desconcert&oacute; a los trabajadores, los artesanos m&aacute;s experimentados le ense&ntilde;aron los secretos del vidrio y del cristal, celosamente guardados de generaci&oacute;n en generaci&oacute;n. Quienes la conocieron la recuerdan vestida en pantalones, viajando en tren desde su hogar en la zona norte de Buenos Aires hasta la planta industrial en Berazategui, al sur de ciudad, saltando los cercos del barrio para apurar la llegada a la f&aacute;brica. La imagen es elocuente: pinta de cuerpo entero a una joven de elecciones audaces y arriesgadas para la &eacute;poca.
A partir de 1954 Moyano incursion&oacute; en el dise&ntilde;o textil y comenz&oacute; a colaborar con la empresa de alfombras D&aacute;ndolo y Primi, dise&ntilde;ando los cartones originales que luego eran confeccionados por las tejedoras. Algunas alfombras se realizaron en los telares artesanales de la f&aacute;brica en la ciudad de Buenos Aires; otras las produjo la F&aacute;brica de Alfombras Catamarca de aquella provincia. All&iacute;, las lanas de las ovejas de las razas Lincoln y Criolla marcaban la diferencia por el brillo, el largo de las fibras y la elasticidad. Estas cualidades especiales de la materia prima, trabajadas desde el saber ancestral de las tejedoras, hicieron de las alfombras un producto artesanal muy valorado en la regi&oacute;n.
En relaci&oacute;n con el mundo de la moda, resulta interesante destacar la vidriera que Moyano realiz&oacute; para la tienda Harrods en 1943, cuando particip&oacute; la IV edici&oacute;n del ciclo El Arte en la Calle. A trav&eacute;s de esta iniciativa, la emblem&aacute;tica tienda departamental brit&aacute;nica invitaba a los artistas pl&aacute;sticos a dise&ntilde;ar los escaparates de su edificio emplazado en la calle Florida. A tono con las prendas de la temporada oto&ntilde;o-invierno, la vidriera dise&ntilde;ada por Moyano estaba dedicada enteramente a las pieles. En su ambientaci&oacute;n, tres damas vest&iacute;an vistosos tapados, probablemente de zorro, piel larga y suave de moda en aquel entonces. Paradas de frente y de espalda, haciendo ademanes con sus brazos y manos, las mujeres se compon&iacute;an de telas de distintos tonos que ca&iacute;an desde arriba envolviendo por completo las cabezas de los maniqu&iacute;es, para tomar luego la forma del cuerpo vestido con amplias faldas con cola.&nbsp;
Al observar las im&aacute;genes de la vidriera, los rostros cubiertos con telas reenv&iacute;an a una de las series m&aacute;s famosas de la pintura surrealista: Los amantes, de Ren&eacute; Magritte. Evocando la visualidad del surrealismo, la vidriera de Moyano tensionaba los sentidos sobre el lujo, la ostentaci&oacute;n y el rol decorativo asignado tradicionalmente a las mujeres.
La composici&oacute;n de las figuras femeninas, realizada a trav&eacute;s de las pesadas telas que envolv&iacute;an totalmente la silueta de los maniqu&iacute;es, planteaba una inquietante alternativa al estereotipo de la mujer bella y refinada que sol&iacute;a exhibirse en las vidrieras buscando la identificaci&oacute;n de las consumidoras.&nbsp;
En la f&aacute;brica con el vidrio, dise&ntilde;ando textiles, exponiendo en muestras o interviniendo en una tienda de moda, Lucrecia supo expresar la singularidad de un lenguaje creativo que a ella le gustaba definir como artesanal. Desafiando fronteras, la artista despleg&oacute; una pr&aacute;ctica &uacute;nica y sensible, que trasciende hasta hoy como una fuerza innovadora y pionera. Sus trabajos modelaron formas renovadoras que no solo se destacan por su originalidad y belleza, sino tambi&eacute;n por constituir un valioso testimonio de las primeras articulaciones entre el arte, el dise&ntilde;o, el consumo masivo y la industria nacional.

Lucrecia Moyano en Museo Nacional de Arte Decorativo

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