Dibujante, pintora, vestuarista, directora de arte, escen&oacute;grafa. Un &iacute;cono. Mientras el Recoleta hace un homenaje a su obra, ella se recluye a ilustrar la tapa del nuevo disco de Charly Garc&iacute;a.

La introducci&oacute;n de sintetizadores y &oacute;rgano Hammond da el tono de la &eacute;poca. Es mitad de los 70. A poco de andar se distingue el estilo Chopink Floyd de Charlie (as&iacute; se escrib&iacute;a entonces) Garc&iacute;a que desde su gabinete de teclados ac&uacute;sticos y electr&oacute;nicos musita: &ldquo;Nadie habla en la sala/Nadie de pie/&iquest;Est&aacute;s lista para viajar? &iquest;Est&aacute;s lista para venir?/Est&aacute; bien, est&aacute; bien, est&aacute; bien/est&aacute;s sentada en el aire/Nada de luz esperando que marquen tres&rdquo;. Despu&eacute;s de una larga, interminable a o&iacute;dos de streaming, secuencia instrumental vuelve la voz de Garc&iacute;a con una rara invocaci&oacute;n &ldquo;Ah, te vi entre las luces&rdquo;. Es 1976 y el tono del rock progresivo hace de se&ntilde;alador de algo muy sombr&iacute;o que reci&eacute;n empezaba en el libro de la Historia Argentina. Renata Schussheim estaba cocinando y escuchando el primer disco de La M&aacute;quina de Hacer P&aacute;jaros cuando con esta canci&oacute;n de Charly todo se detuvo.&nbsp; El mundo, el tiempo, el repiqueteo que las perras Chanel y Mora hacen al caminar como una guerrilla de microorganismos en taco aguja, la temperatura ambiente del pa&iacute;s 2024, todo qued&oacute; en suspenso. Renata tuvo una epifan&iacute;a y volvi&oacute; a ese momento en el que conoci&oacute; a Charly y a este en el que ultima los detalles del arte de tapa de La l&oacute;gica del scorpi&oacute;n, su primer &aacute;lbum desde 2017. As&iacute; que marc&oacute; en el celular su n&uacute;mero y le pidi&oacute; a uno de sus asistentes que, por favor, se lo dijera.&nbsp;
Renata lo est&aacute; contando sentada en una mesa de vidrio; por v&iacute;a de la epifan&iacute;a desfilan las im&aacute;genes. Atr&aacute;s: cuando el m&uacute;sico Carlos Cutaia le present&oacute; a Charly (&iexcl;Y ella ni siquiera sab&iacute;a de Sui Generis!); m&aacute;s atr&aacute;s: un viaje tipo campamento hippie a Miramar con el elenco de la obra Libertad y Otras Intoxicaciones, uno de los hitos del Di Tella; m&aacute;s atr&aacute;s: el d&iacute;a que vio a V&iacute;ctor Laplace en Tim&oacute;n de Atenas, adaptaci&oacute;n de Shakespeare por Roberto Villanueva, y le pidi&oacute; a Marcos Mundstock de I Musicisti (pronto Les Luthiers) que le presentara al futuro padre de su hijo; m&aacute;s atr&aacute;s todav&iacute;a: su primera muestra como dibujante en la galer&iacute;a El Laberinto a los 15 a&ntilde;os y la captura de pantalla n&iacute;tida de Carlos Alonso, su pater artium, bajando las escaleras para visitarla.&nbsp;
&ldquo;&iexcl;&iquest;Sab&eacute;s lo que fue eso para m&iacute;?! Ver que Alonso, que ya era un consagrado, viniera a ver mis dibujos.&nbsp; Se acerc&oacute; y me dijo algo as&iacute; como bienvenida a la vida profesional de artista&rdquo;. Dice Renata, las manos como queriendo sacar el cuore afuera, el pelo rojo que se le enciende como un pucho aspirado y los ojos de una transparencia que perfora tal que a este departamento en Barrio Norte lo hubiera atravesado un rayo. Pero Renata no naci&oacute; colorada. &ldquo;Nadie en mi familia ten&iacute;a este color, yo era casta&ntilde;a, una casta&ntilde;a tranqui. Pero le&iacute; un libro de Cecilia Absatz en el que dec&iacute;a que todas las mujeres ten&iacute;an que tener, alguna vez, la oportunidad de ser pelirrojas y un d&iacute;a le vi este color a una bailarina del San Mart&iacute;n y dije quiero esto&rdquo;, cuenta. Como, antes, cuando abri&oacute; la puerta de su d&uacute;plex y las perras (una Scottish terrier, otra Westie) hicieron su numerito hab&iacute;a contado un dato central, revelador, como si nada. En el d&uacute;plex de Renata llaman la atenci&oacute;n cantidad de miniaturas (un Bowie circa 1973 convertido en bombita de navidad, un conjunto de piedras pintadas por ella, retratos acaso de una burgues&iacute;a selenita), dos desnudos cl&aacute;sicos de pintor an&oacute;nimo tra&iacute;dos de Montevideo que le quedaron de una pareja y, sobre todo, los &aacute;ngulos rematados en espejos ambarinos que ponen la vista en fuga y abisman el ambiente.&nbsp;
Cuando se quiere saber la historia de este d&uacute;plex de &eacute;poca y el detalle de esos espejos salidos de la imaginer&iacute;a de Lewis Carroll, Renata contesta con otra pregunta.
&ndash; &iquest;Sab&eacute;s a qui&eacute;n le compr&eacute; este departamento?
&ndash; No&hellip;
&ndash;A Gog&oacute; Rojo.&nbsp;
&iexcl;Oops! Rojo. Rojo. Rojo. Renata que convoc&oacute; a 200 mil personas en el Centro Cultural Recoleta para una muestra que treinta a&ntilde;os atr&aacute;s se hubiera difundido como multimedia y hoy las noticias llamaron &ldquo;inmersiva&rdquo; se lleva ahora la mano a la boca, sorprendida de s&iacute; misma. &ldquo;&iexcl;Nunca lo pens&eacute; as&iacute;! Hace cuarenta a&ntilde;os que vivo ac&aacute;, el departamento casi que ni lo toqu&eacute;, los espejos se los hab&iacute;a puesto ella. Y nunca lo asoci&eacute; con este color de pelo que hoy a nadie le llama la atenci&oacute;n pero cuando empec&eacute; a te&ntilde;irme hace m&aacute;s de cuarenta a&ntilde;os todav&iacute;a era lo suficientemente osado como para que te gritaran cosas por la calle. Yo era&hellip; un sem&aacute;foro en la bruma&rdquo;, dice. El nombre de la muestra que ella, por idea de Mar&iacute;a Moreno, no llam&oacute; retrospectiva sino m&aacute;s bien algo as&iacute; como un archivo abierto y remixado insist&iacute;a en su firma visual: Al rojo vivo. Renata tiene muy claro lo que ese color representa en su imagen pero nunca, hasta esta tarde de lluvia incesante, hab&iacute;a establecido la conexi&oacute;n. Gog&oacute; y Ethel Rojo son figuras anal&oacute;gicas, hermanas vedettes que brillaron en el Teatro de Revistas de los 60 y 70, las primeras en mostrarse desnudas solo cubiertas por un barniz de pintura cosm&eacute;tica dorada.&nbsp;&nbsp;&nbsp;
Esta mesa de vidrio es, al fin, un or&aacute;culo que transparenta su vida. De comer el sushi que preparaba Spinetta en su casa al descubrimiento de Federico Moura como la imagen viva de uno de sus faunos a unos sobres con las producciones que realizaba para la revista Siete D&iacute;as. Altri tempi. Mar&iacute;a Moreno escrib&iacute;a y ella creaba mundos, que se podr&iacute;a decir que es lo que hace ya fuera como dibujante, pintora, dise&ntilde;adora de vestuario (que es lo primero que sale de ella en Google), directora de arte. Renata era capaz de meter panteras beb&eacute; o chanchitos en el estudio de editorial Abril para ambientar fotos a Leonor Benedetto y Lorena Paola, por ejemplo. &ldquo;Fue el &uacute;nico a&ntilde;o que trabaj&eacute; en relaci&oacute;n de dependencia, que tuve un sueldo fijo, antes y despu&eacute;s fui siempre free lance&rdquo;, dice y pasa las p&aacute;ginas de su pa&iacute;s de las maravillas. Una Andrea del Boca quincea&ntilde;era devenida femme fatale, rodeada de mu&ntilde;ecas rotas, como salida de una escenograf&iacute;a de Alice Cooper, que puso a los kioscos en estado de alerta. &ldquo;Imaginate lo que fue eso. &iexcl;Nuestra Andre&iacute;ta! Qu&eacute; imagen tan perversa, &iquest;no? Nos anim&aacute;bamos a todo. Hoy no ser&iacute;a posible&rdquo;, cree.&nbsp;
Aunque fue una de las poqu&iacute;simas artistas junto con Marta Minuj&iacute;n que tuvo una muestra individual en el CAyC (Centro de Arte y Comunicaci&oacute;n) de Jorge Glusberg y es tan multidisciplinaria como Edgardo Gim&eacute;nez o Delia Cancela, Renata est&aacute; siempre con un pie afuera del mundo del arte. Ella lo escucha, asiente, dice que es cierto y que antes la irritaba, pero ya no. Que ya no le importa. Y es que Renata es one of a kind, su trabajo casi siempre es con otros y quiz&aacute;s por eso se disipa. Pero su figura es la de c&oacute;mplice. Renata invent&oacute; en Argentina la complicidad como arte o el arte de la complicidad. Con un bestiario particular (figuras de El Bosco delineadas por Aubrey Beardsley) y esa canci&oacute;n sonando en la cocina que Charly escribi&oacute; antes de conocerla y que parece escrita a su medida. &iquest;Est&aacute;s lista para viajar? &iquest;Est&aacute;s lista para venir? Los ojos de Renata parecen decir que s&iacute; siempre.&nbsp;
Que el viaje apenas est&aacute; empezando. &nbsp;
Fotograf&iacute;as: Sol Levinas. Estilismo: Ana Mar&iacute;a Markarian. Maquillaje: Celeste Uria. Peinado: Pola Amengual. Asistente de fotograf&iacute;a: Agust&iacute;n Belussi. Posproducci&oacute;n: estudio Rojjo. Agradecimientos: Romina del Prete, Julio Ju&aacute;rez y Complejo Teatral San Mart&iacute;n.

Renata Schussheim en L'Officiel Argentina

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