Sensibilidad y destreza que maravilla en todos los escenarios. Rita Cortese, artista inmensa.

Dos pisos por escalera en un antiguo edificio de San Telmo, en hist&oacute;ricos dominios de los Mansilla, conducen al retazo de cielo que Rita Cortese atesora en su balc&oacute;n. En el parlante, a un volumen amable suena Virus, Im&aacute;genes paganas. Sobre la mesa, yacen en estampita San Expedito y San Cayetano. &ldquo;Tambi&eacute;n tengo mi peque&ntilde;o altar budista&rdquo;, revela sincr&eacute;tica y risue&ntilde;a la anfitriona, en el lugar donde recita sus diarios Nam-myoho-renge-kyo. En dos metros cuadrados de sal&oacute;n conviven una salamandra, una bicicleta fija y las botellas de un bar improvisado en el suelo. &iquest;Funcionamos o existimos?, nos interpela el fil&oacute;sofo franco-argentino Miguel Benasayag desde la biblioteca (&ldquo;&Uacute;ltimamente estoy pensando mucho en eso&rdquo;). Sobre la pared, enmarcado, hay un dibujo de Alejandro Urdapilleta, el inolvidable actor. &ldquo;Viv&iacute;a abajo &ndash;cuenta Rita&ndash;. Se mud&oacute; ac&aacute; porque siempre recib&iacute;a quejas de los vecinos en las casas donde viv&iacute;a, as&iacute; que un d&iacute;a le dije: &lsquo;Urda, venite que no vas a tener problemas: aqu&iacute; son todos peores que nosotros&rsquo;&rdquo;.
 A la edad de seis a&ntilde;os, Rita se inici&oacute; en el cine de Hitchcock gracias a un pap&aacute; cin&eacute;filo. &ldquo;No olvid&eacute; nunca La ventana indiscreta. Todav&iacute;a hoy, cuando paso de noche frente a una ventana iluminada, siento la misma curiosidad&rdquo;. De la mano de sus padres teatreros, siendo ni&ntilde;a, vio en escena a leyendas como Luisa Vehil y Olinda Boz&aacute;n (&ldquo;las de aquella &eacute;poca eran actrices inconmensurables&rdquo;). Pero tom&oacute; algunos desv&iacute;os antes de descubrir en el teatro su propio camino. Desert&oacute; de la facultad de Filosof&iacute;a y Letras y, conminada por su madre a estudiar o trabajar, se emple&oacute; en las oficinas administrativas de una f&aacute;brica en Munro. En una cita a ciegas con un muchacho que estudiaba teatro, se enamor&oacute; para siempre. &ldquo;Del oficio, me enamor&eacute;; del muchacho, ni me acuerdo qu&eacute; fue&rdquo;. Eran los setenta cuando comenz&oacute; a estudiar actuaci&oacute;n con N&eacute;stor Raimondi. En 1978 se exili&oacute; dos a&ntilde;os en Espa&ntilde;a y al regresar fue convocada por Jaime Kogan para integrar el elenco de la m&iacute;tica Marathon de Ricardo Monti, su trinchera teatral en medio de la dictadura. Desde entonces transit&oacute; escenarios, sets de cine y estudios de televisi&oacute;n. &ldquo;Una amiga m&iacute;a, Susana &lsquo;Pirita&rsquo; Lanteri, siempre dec&iacute;a que somos actores porque alguna vez le tocamos el dedo gordo a Dios, y seguimos buscando repetir ese milagro. O sea: a veces, de pronto, en un ensayo, suponte, uno logra por un instante que una mesa sea un piano. Son unos segundos, apenas, y uno se pasa la vida tratando de volver a hacer que el milagro suceda&rdquo;. Ahora piensa en dirigir teatro, como una asignatura pendiente, &ldquo;hay obras que me gustar&iacute;a dirigir&rdquo;, dice. &ldquo;Ya las compartir&eacute;. Tengo mis tesoritos, que por el momento guardo para m&iacute;&rdquo;.
En una trayectoria plagada de personajes memorables, desde sor Genoveva de la tira Esperanza m&iacute;a, hasta la turbia cocinera que compuso en Relatos salvajes, su criatura m&aacute;s reciente es la desparpajada Pepa, la madre de familia que encarn&oacute; para Blondi, opera prima de Dolores Fonzi. &ldquo;&iquest;C&oacute;mo fue la experiencia? &iexcl;F&aacute;cil! Familiar. Por una cuesti&oacute;n generacional, yo podr&iacute;a perfectamente ser esa madre que aparece en la pel&iacute;cula, una vieja rockera. Adem&aacute;s, nos conocemos desde hace mucho tiempo con Dolores, siempre estuvimos cerquita, igual que con Carla (Peterson), y ni qu&eacute; hablar con Leo (Sbaraglia). Los admiro y los quiero. Al que no conoc&iacute;a es a Toto Rovito (su nieto en la ficci&oacute;n), de quien ahora estamos todos absolutamente enamorados y que viene de un linaje maravilloso: Ren&eacute; Mugica, Alba Mujica, Barbarita Mujica, Oscar Rovito&hellip;&rdquo;
L&acute;OFFICIEL: &iquest;Qu&eacute; determina la elecci&oacute;n de un proyecto en cine?
RITA CORTESE: Por suerte, despu&eacute;s de tantos a&ntilde;os, tengo la posibilidad de elegir. Me tiene que gustar el guion y el personaje tiene que ser interesante: tener alg&uacute;n destino la palabra que est&aacute; ah&iacute;. No me importa que el personaje sea o no protag&oacute;nico: me importa que sea causa de algo. El cine es un trabajo hermoso, pero muy intenso f&iacute;sicamente, es un trabajo duro. No elijo en vano.
Vale tambi&eacute;n para la elecci&oacute;n de su repertorio como cantante. Un pu&ntilde;ado de gemas que brillan en su voz poderosa. Gardel, Buarque, Chico Novarro, Charly Garc&iacute;a, Leonardo Favio son parte del cancionero que recrea en escena en estos d&iacute;as con el t&iacute;tulo de Con el alma en suspenso. &ldquo;As&iacute; estoy ahora con todo: con lo social, con lo personal&hellip; ni bien ni mal: en suspenso. Entre otras cosas, por mi tiempo en esta tierra, por mi edad&hellip; Uno tiene tanta historia, tanta cosa vivida&hellip;&rdquo;.
&iquest;Cu&aacute;ndo entr&oacute; la m&uacute;sica en escena? &ldquo;Yo iba a ver cantantes divinas, que cantaban brutal, pero siempre hab&iacute;a algo que no me terminaba de cerrar. A todas les encontraba alg&uacute;n defecto. Hasta que me dije: &iquest;C&oacute;mo puede ser? Me di cuenta de que lo que me pasaba era envidia, &iexcl;envidia pura! Y es un sentimiento que no va conmigo. Ah&iacute; entend&iacute; que lo que ten&iacute;a que hacer era salir a cantar, porque estaba resinti&eacute;ndome al no poder acceder a eso que me daba tanta felicidad. Por suerte me di cuenta a tiempo y dije: vamos a jug&aacute;rnosla. Empec&eacute; por el tango porque era mi paisaje m&aacute;s conocido, para tratar de equivocarme menos, con las im&aacute;genes m&aacute;s cercanas. Despu&eacute;s fui sumando otras canciones. Y no lo dej&eacute; nunca. Soy muy feliz cantando. Es lo m&aacute;s hermoso que hay&rdquo;.
Se trate de ficci&oacute;n o de m&uacute;sica, para Rita el escenario no es, no debe ser, un lugar c&oacute;modo, es un lugar peligroso. &ldquo;El arte es m&aacute;s peligroso que el espect&aacute;culo, el espect&aacute;culo tiene soluciones m&aacute;s f&aacute;ciles, todo se arregla, sale con fritas. Uno a veces est&aacute; en el escenario empujando, queriendo que aparezca el milagro del arte y no ocurre. Es lo insondable, lo oscuro, lo obsceno, lo secreto. Eso es el arte. Bueno, eso, no es tan f&aacute;cil&rdquo;, dice. Unas horas despu&eacute;s, de pie sobre el escenario del caf&eacute; Berl&iacute;n, abre la noche con palabras como un disparo:
 &ldquo;Uno siempre est&aacute; solo. Pero a veces uno est&aacute; m&aacute;s solo&rdquo;.
 De El d&iacute;a que me quieras a La m&aacute;quina de ser feliz, la traves&iacute;a pasa por Disc&eacute;polo, Sim&oacute;n Bol&iacute;var y Mario Clavell. Sobre el final de Ella ya me olvid&oacute;, con dos dedos en V, deja la &uacute;ltima instant&aacute;nea.
Fotograf&iacute;as: Alejandra Lopez. Estilismo: Ana Markarian. Maquillaje y peinado: Josefina Fascetto. Agradecimiento: al teatro Metropolitan por su colaboraci&oacute;n en esta nota @teatrometropolitanok

Al infinito y más allá

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