El hotel Le Grand Mazarin abraza la historia parisina.

Entre las sinuosas calles del Marais, distrito de moda de la capital francesa, se alza Le Grand Mazarin. No hablamos de un hotel convencional, sino de un espacio donde la tradici&oacute;n aristocr&aacute;tica conversa con la sensibilidad contempor&aacute;nea. La firma Maisons Pariente &mdash;art&iacute;fices tambi&eacute;n del exclusivo Crillon Le Brave en la regi&oacute;n de la Provenza&mdash; eligi&oacute; este emblem&aacute;tico barrio para crear una experiencia inmersiva. El resultado: un palacete del siglo XIV transformado en refugio de lujo. Con casi 500 obras dispuestas por todo el hotel, Le Grand Mazarin refleja su pasi&oacute;n por el arte a trav&eacute;s de colaboraciones con reconocidos artesanos franceses y j&oacute;venes talentos.

"Un palacete del siglo XIV transformado en refugio de lujo".

El genio creativo de Martin Brudnizki, figura indiscutible del interiorismo actual, plasma su visi&oacute;n con tonos pastel, textiles suntuosos y detalles ornamentados que evocan los c&eacute;lebres salones literarios parisinos, donde los intelectuales y los artistas europeos intercambiaban ideas. Un espl&eacute;ndido armario de bodas t&iacute;pico del siglo XIX, descubierto por el propio Brudnizki en Inglaterra, se destaca en el vest&iacute;bulo del hotel.
El coraz&oacute;n del complejo late en un magn&iacute;fico invernadero cubierto de cristales que act&uacute;a como punto de encuentro en pleno centro hist&oacute;rico. Las 61 habitaciones &mdash;algunas con balcones sobre los tejados centenarios&mdash; destilan car&aacute;cter en cada metro cuadrado con parqu&eacute;s en espiga y tapicer&iacute;as de estilo cl&aacute;sico. Bajo el nivel de la calle, aparece una rareza dif&iacute;cil de encontrar en Par&iacute;s: la piscina interior revestida de mosaicos con un mural boscoso firmado por el artista Jacques Merle. El agua refleja sus colores mientras el yacuzzi promete sesiones de bienestar. El gimnasio completamente equipado se sit&uacute;a bajo un magn&iacute;fico techo abovedado de piedra.

La propuesta gastron&oacute;mica sorprende. El restaurante Boubal&eacute; rescata la memoria culinaria asquenaz&iacute; de la mano del chef Assaf Granit. All&iacute; se teje un recorrido culinario arraigado en el coraz&oacute;n del B&oacute;sforo que fusiona los sabores soleados del Mediterr&aacute;neo con las especias y las recetas del Levante y de Turqu&iacute;a. El bar subterr&aacute;neo captura el esp&iacute;ritu cinematogr&aacute;fico tan caracter&iacute;stico de Wes Anderson: preciso, exc&eacute;ntrico y profundamente nost&aacute;lgico. Los uniformes del personal, dise&ntilde;ados por Manoush parecen extra&iacute;dos de la pel&iacute;cula El Gran Hotel Budapest, con capas de p&uacute;rpura profundo cerradas por broches en forma de langosta.
Ubicado frente a BHV Marais y a pocos pasos del Sena, Le Grand Mazarin no pretende ser un hotel m&aacute;s, sino una narrativa especial en la que cada hu&eacute;sped escribe su propio cap&iacute;tulo.

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