El cine de Paula Hern&aacute;ndez habla de los v&iacute;nculos que asfixian, de la claustrofobia. &iquest;Es su mirada o son las historias que la vienen a buscar?

Paula Hern&aacute;ndez atiende el tel&eacute;fono desde Uruguay. Son las ocho de la ma&ntilde;ana. Tiene poco tiempo para hablar: por delante, largas jornadas de rodaje de su s&eacute;ptima pel&iacute;cula. Cuando filma, dice, &ldquo;entra en una especie de burbuja en la que no existe nada m&aacute;s&rdquo;.&nbsp;
La figura del encierro la persigue, &iquest;o ser&aacute; al rev&eacute;s? En El libro de las fobias (Ed. Vinilo, 2024), un compendio de ensayos sobre los miedos, Paula Hern&aacute;ndez dedica sus p&aacute;ginas a la claustrofobia. &ldquo;&iquest;Cu&aacute;ndo fue que empec&eacute; a filmar gente en casas laber&iacute;nticas, micros herm&eacute;ticos, veh&iacute;culos detenidos en medio de la nada?&rdquo;, se pregunta. Y reconoce: &ldquo;a mis tres &uacute;ltimas pel&iacute;culas (Los son&aacute;mbulos, Las siamesas y El viento que arrasa) les falta el aire&rdquo;.&nbsp;
Pasaron m&aacute;s de siete a&ntilde;os entre Un amor &ndash;largometraje protagonizado por Diego Peretti, Elena Roger y Luis Ziembrowski basado en un libro de Sergio Bizzio&ndash; y el inicio de esta accidental trilog&iacute;a de la asfixia. &ldquo;Hubo varios a&ntilde;os en que no film&eacute;. Me cost&oacute; encontrar un proyecto despu&eacute;s de Un amor&rdquo;, dice Paula. Pregunto por qu&eacute;. &ldquo;Fue el momento en el que fui madre, en el que me alej&eacute; y empec&eacute; a dar clases y a trabajar como tutora de los proyectos de otros. Tiene que ver con decisiones de vida: uno va haciendo a medida que va viviendo, las preguntas que surgen en relaci&oacute;n a la coyuntura te habilitan a pensar temas nuevos en las obras&rdquo;.
Las din&aacute;micas familiares, o m&aacute;s bien de padres y madres e hijas, conducen la trama de la trilog&iacute;a. &ldquo;Es bastante coincidente que yo tuve una hija y un ensamble familiar poco antes de Los son&aacute;mbulos. Esa pel&iacute;cula es una reflexi&oacute;n a partir de algo personal sobre lo que es ser hijo, lo que es ser padre y sobre un mont&oacute;n de preguntas que surgen en el momento de conformar una familia&rdquo;. V&iacute;nculos absorbentes, ineludibles, le terminan de dar forma a este lenguaje del confinamiento en el que la estrechez es clim&aacute;tica, psicol&oacute;gica y visual.
Sin embargo, siente que es El viento que arrasa &ndash;road movie basada en la novela de Selva Almada sobre el viaje de Leni (Alm&uacute;dena Gonz&aacute;lez) y su padre el Reverendo Pearson (Alfredo Castro) en una misi&oacute;n evang&eacute;lica por el Chaco&ndash;, donde se evidencia la evoluci&oacute;n de su narrativa. &ldquo;Gan&eacute; en libertad. Es muy dif&iacute;cil recrear lo que le pasa al lector cuando lee. Al principio est&aacute;s m&aacute;s atada al material original pero despu&eacute;s ten&eacute;s que romper, lo ten&eacute;s que traicionar para encontrar tu propio universo&rdquo;. La falta de aire y el vendaval conviven sin roces. El di&aacute;logo con el espacio, las historias de y contadas por mujeres, el silencio: todas las obsesiones de Paula Hern&aacute;ndez en exhibici&oacute;n.&nbsp;
&ldquo;Creo que les interesaba algo de la forma en la que ven&iacute;a trabajando en Los son&aacute;mbulos y Las siamesas, dos pel&iacute;culas que abordan conflictos familiares con situaciones endog&aacute;micas, y que adem&aacute;s tuviera una mirada femenina&rdquo;, dice sobre el porqu&eacute; de su elecci&oacute;n como directora de la historia de Selva Almada. &ldquo;Cuando empec&eacute; a trabajar en cine hab&iacute;a pocas mujeres en lugares de decisi&oacute;n. Para mi generaci&oacute;n, los &uacute;ltimos diez a&ntilde;os fueron de aprendizaje por el movimiento de las pibas. El viento que arrasa es pasarles la palabra a ellas porque el mundo de las mujeres se cuenta por omisi&oacute;n: darle la voz a Leni, que es alguien que tiene un lugar m&aacute;s silente y de observaci&oacute;n, es otorgarle ese poder y esa confianza a lo que viene. Siempre me consider&eacute; feminista, quiz&aacute; en algunos momentos de forma m&aacute;s tibia y en otros momentos m&aacute;s subrayada, pero es algo que me atraviesa&rdquo;.
Mir&aacute;ndola bien, la burbuja de Paula Hern&aacute;ndez es transparente: nada est&aacute; oculto, todo lo que le interesa, lo que le pasa, est&aacute; a la vista. Domestica los miedos a trav&eacute;s de la representaci&oacute;n del encierro y pone su propia vida &ndash;ficcionalizada, estetizada&ndash; en primera plana. &ldquo;Mi mirada es cinematogr&aacute;fica y ya no s&eacute; d&oacute;nde empez&oacute;, si soy as&iacute; o si la profesi&oacute;n me hace as&iacute;. En el cine hay que pensar qu&eacute; uso le das a la palabra y cuanta fuerza tiene un encuadre, una mirada, una construcci&oacute;n de un clima: tengo la necesidad de narrar desde lo audiovisual porque muchas de las cosas m&aacute;s importantes se terminan contando con silencios&rdquo;.&nbsp;

Fotograf&iacute;as: Alejandra L&oacute;pez. Estilismo: Ana Markarian.

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