Quizá su día tenga el doble de horas. Mia Maestro filma, canta, viaja, hace trabajo voluntario, colabora con proyectos ambientalistas, estudia nuevas disciplinas, medita. Lo explica así: “disfruto de vivir”.

A estas horas, Mia Maestro podr&iacute;a estar filmando en Canad&aacute; o clasificando especies bot&aacute;nicas en Botsuana. Sirviendo t&eacute; en una c&aacute;rcel de alta seguridad o cantando en Los Angeles. Todas experiencias a las que se entrega, con cierta regularidad, desde hace a&ntilde;os. Pero en este momento, est&aacute; conectada por videollamada desde Italia, desde una antigua casa florentina cubierta de frescos magn&iacute;ficos sobre las paredes y el techo, frescos que van desfilando por la pantalla mientras ella recorre las habitaciones con el celular en alto.&nbsp;

Hasta all&iacute; la llev&oacute; lo que Mia, trashumante incansable, llama su &ldquo;vida de roman&iacute;&rdquo;, para fijar su hogar temporario durante los meses que la profesi&oacute;n le deja libres. Cuenta que en Florencia (&iquest;d&oacute;nde, si no?) est&aacute; viviendo su propio Renacimiento: &ldquo;Siento que aqu&iacute; me reencuentro con los sue&ntilde;os que ten&iacute;a cuando era chica&rdquo;. La actriz argentina que hace algo m&aacute;s de dos d&eacute;cadas aterriz&oacute; en la alfombra roja de los Oscar con Tango, su debut cinematogr&aacute;fico a las &oacute;rdenes del espa&ntilde;ol Carlos Saura, hoy tiene un extenso recorrido en Hollywood y una agenda tan cargada que lleva largo tiempo sin actuar en su propio pa&iacute;s. &ldquo;La semilla del actor es m&aacute;gica. Es una vida muy rica. Si uno hace hincapi&eacute; en la reinvenci&oacute;n con cada personaje, tiene un efecto sanador. Actuar es el &uacute;nico trabajo que tuve, soy agradecida por la profesi&oacute;n y la vida que me ha dado. Aqu&iacute; en Florencia he vuelto a conectarme con algunos sue&ntilde;os que quedaron un poco de lado cuando la actuaci&oacute;n me atrap&oacute; en su vor&aacute;gine: voy a retomar las clases de ballet y voy a volver a cantar el repertorio que estudiaba cuando era chica. Viajo mucho y, cuando no estoy filmando, me quedan libres unos meses que quiero repartir entre California, Buenos Aires &ndash;all&iacute; tengo a mi familia&ndash; y Florencia. Aqu&iacute; hago una vida bohemia y de comunidad con amigos. Consegu&iacute; un pianista de la &oacute;pera de Florencia para hacer Mozart, Puccini, alg&uacute;n repertorio rom&aacute;ntico tambi&eacute;n. Cuando uno trabaja la voz en el canto, suceden cosas en el plano energ&eacute;tico, y quiero ver d&oacute;nde me llevan. Este es mi periodo de renacimiento&rdquo;.

En mayo rod&oacute; en Chile el primer largometraje de Francisca Alegr&iacute;a, &ldquo;una historia muy hermosa, en la que una madre vuelve de la muerte y se reencuentra con sus hijos, que tiene mucho que ver con la historia pol&iacute;tica chilena. Fue un privilegio hacerla: Francisca es una gran directora&rdquo;. Mientras, se prepara para la nueva pel&iacute;cula de Lucio Castro, director argentino radicado en Woodstock y su amigo desde la adolescencia en Buenos Aires. &ldquo;Vamos a filmar en febrero, es la primera pel&iacute;cula de presupuesto de Lucio y es un guion que escribi&oacute; para m&iacute;. Ya estamos trabajando en los personajes. No hay mejor plan que hacer cine con amigos&rdquo;.

Sus proyectos son m&uacute;ltiples y sus itinerarios casi imposibles de reconstruir. Su llegada a Los Angeles en 1999, cuenta, podr&iacute;a ser una buena met&aacute;fora de su vida: estaba en China, recorriendo los monasterios del Tibet, cuando le avisaron que deb&iacute;a viajar por Tango a la ceremonia de los Golden Globes, y lleg&oacute; a Rodeo Drive, casi con la mochila en la espalda, a enfundar el vestido que un d&iacute;a m&aacute;s tarde la depositar&iacute;a en la gala. Su propio Los Angeles, cuenta, es muy distinto del L.A. hollywoodense instalado en el imaginario colectivo, vibra en &ldquo;una frecuencia m&aacute;s alta, m&aacute;s calurosa&rdquo;, animado normalmente por la efervescencia de los que llegan a probar suerte y que ahora, en tiempos de pandemia y castings por zoom, dejaron la ciudad medio vac&iacute;a. Fue all&iacute; donde hace unas semanas el destacado fot&oacute;grafo Pato Battellini la fotografi&oacute; para L&acute;Officiel. &ldquo;Seguramente van a volver y la ciudad va a encontrar un rumbo diferente. El 2020 cambi&oacute; muchos planes: yo hablo desde un lugar de privilegio, porque pude elegir. Reinventarme. Mucha gente no tiene esa posibilidad&rdquo;.&nbsp;

En esa reinvenci&oacute;n, la edad cronol&oacute;gica y el paso del tiempo no parecen factores demasiado significativos. &ldquo;Tengo una relaci&oacute;n relajada con mi cuerpo y con la est&eacute;tica, no vivo obsesionada. Uno va envejeciendo y se necesita tener el entrenamiento y la energ&iacute;a para poder filmar, a veces diecisiete o dieciocho horas, cinco d&iacute;as a la semana. Hago yoga y camino mucho. Disfruto de hacer dietas diferentes, siendo estricta, pero por ciclos: hago keto, despu&eacute;s hago paleo, despu&eacute;s me doy un mes para comer todo lo que quiero y as&iacute;&hellip; Tambi&eacute;n disfruto de cocinar para amigos y de tomar buenos vinos. Disfruto de vivir.&rdquo;

Parte de su energ&iacute;a se concentra en colaborar en el proyecto ambientalista que impulsa National Geographic para el delta del Okavango, en Africa. &ldquo;Con ellos hago expediciones todos los a&ntilde;os durante un mes, con gente que llega de distintos lugares. Es la ant&iacute;tesis del safari. Vivimos de una manera muy simple, acampando, movi&eacute;ndonos en canoa. Yo estoy en el equipo de vegetaci&oacute;n: ayudo a los bi&oacute;logos a hacer la identificaci&oacute;n de plantas. Tengo un gran amor por las plantas&rdquo;.

Tambi&eacute;n es una planta, la de t&eacute;, el eje de la disciplina china de meditaci&oacute;n que sigue. &ldquo;Es una pr&aacute;ctica zen muy antigua, que tiene que ver con la meditaci&oacute;n a trav&eacute;s de un servicio de t&eacute;. No sirvo un t&eacute; com&uacute;n de plantaci&oacute;n, sino de hojas que vienen de &aacute;rboles salvajes de quinientos, mil a&ntilde;os o m&aacute;s. Con tazas y teteras muy antiguas, con pavas de hierro, oro o plata de la dinast&iacute;a Ming o de la dinast&iacute;a Ching... Digamos que la estructura energ&eacute;tica del agua no ser&aacute; la misma con una pava el&eacute;ctrica de Ikea (risas). Me ha cambiado la vida, el servicio a los otros ha sido una puerta muy importante para m&iacute;&rdquo;. Como voluntaria sirvi&oacute; t&eacute; en c&aacute;rceles, a condenados a cadena perpetua, y en instituciones de cuidados paliativos, a pacientes y familiares. Tambi&eacute;n de un lado al otro de la frontera entre M&eacute;xico y los Estados Unidos, durante un evento art&iacute;stico en pleno endurecimiento de las leyes migratorias. La meditaci&oacute;n impone una comuni&oacute;n silenciosa alrededor de la mesa. &ldquo;Me vuelvo transparente&rdquo;, escribi&oacute; Mia sobre este momento de c&oacute;smica armon&iacute;a. Y tambi&eacute;n: &ldquo;Las hojas de mi cuenco y de tu cuenco han estado bailando como derviches desde el principio de los tiempos, desde el nacimiento y la muerte de la &uacute;ltima vez ...&rdquo;

&nbsp;

Fotograf&iacute;as: Pat Batellini

Estilismo: Stephanie Denan

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