Está acostumbrada a que agiten su nombre a los cuatro vientos: 
“¡Carolinaaaa!”. En primera persona, cómo es ser una chica trans, y hacerse un lugar en la moda y en las letras. 

Primero fueron esos vestidos y remeras superpuestos los que la hipnotizaron con Hannah Montana; la ropa desobediente la hizo so&ntilde;ar con la moda. Luego pas&oacute; de la energ&iacute;a Miley Cyrus al Modo Bj&ouml;rk: en su cuarto de Diamante, Entre R&iacute;os, Carolina Unrein desparramaba pinturas y copiaba el maquillaje de la islandesa. Despu&eacute;s, el algoritmo de YouTube le hizo match con Lauren Bacall y con la Shosanna de Bastardos sin gloria le gust&oacute; ese aire de femme fatale y jugar a ser diva. &ldquo;Soy una mezcla &ndash;dice&ndash;. Tengo algo vintage, algo art&iacute;stico, algo raro, algo moderno y algo hegem&oacute;nico&rdquo;.

El flashback de su v&iacute;nculo precoz con la moda hoy le aporta luz a su imaginario de la infancia. &ldquo;Recuerdo tener 7, 8 a&ntilde;os y so&ntilde;ar con ser dise&ntilde;adora. Estaba muy interesada en la est&eacute;tica, en las pasarelas, en la vestimenta y en las diferencias que hay entre la ropa de mujer y la de var&oacute;n. Siempre me fascin&oacute; eso. Pero a medida que fui creciendo y transicionando empec&eacute; a sentir que las personas como yo no ten&iacute;amos lugar en ninguna industria, y menos en las vinculadas con el arte&rdquo;, cuenta. Lo sinti&oacute; as&iacute; hasta que descubri&oacute; a Susy Shock y su Poemario Trans Pirado, y pens&oacute; que ten&iacute;a sentido seguir escribiendo poes&iacute;a. Y hasta que vio actuar a Camila Sosa Villada y confirm&oacute; que pod&iacute;a dedicarse a la actuaci&oacute;n, que hab&iacute;a audiencia para escuchar las cosas que ella ten&iacute;a para decir. &ldquo;Les modeles trans se est&aacute;n empezando a ver ahora porque antes no exist&iacute;an. Creo que esto es as&iacute; por una cuesti&oacute;n generacional y porque en los &uacute;ltimos a&ntilde;os hubo una gran ola de activismo trans y de cuerpos no hegem&oacute;nicos en la moda, en el cine y en el arte en general. Y cada vez somos m&aacute;s escuchades&rdquo;.&nbsp;

Camisa de gasa, Trosman. Pantalón de cuero, Evangelina Bomparola. Pendientes, La Joyería.

Unrein ama la frase: &ldquo;Para qu&eacute; quiero alas si tengo pies para volar&rdquo;. A los 19, tom&oacute; un micro y se fue a Buenos Aires dispuesta a seguir estudiando y probar suerte. Pero a la primera gran oferta de trabajo le dijo que no. Es que esa agencia a cambio de representarla le exig&iacute;a manejar sus redes sociales, decidir c&oacute;mo y con qui&eacute;n pod&iacute;a mostrarse en p&uacute;blico, bajar de peso e intensificar el entrenamiento f&iacute;sico. Le propon&iacute;an cosas con las que no estaba de acuerdo y con las que no quer&iacute;a jugar. &ldquo;Durante mi adolescencia hice un gran proceso para construir mi identidad y no tengo ganas de venderla&rdquo;, pens&oacute;. No quiso ser un producto.

Despu&eacute;s le dijo que s&iacute; a otras propuestas. Por ejemplo a actuar en Yo adolescente, dirigida por Lucas Santana, un film que marca las nuevas conquistas que se vienen logrando aqu&iacute; y all&aacute; en esta batalla cultural. &ldquo;Mi personaje es una piba que no es trans&rdquo;, celebra Unrein. Tambi&eacute;n hace producciones editoriales y campa&ntilde;as publicitarias &ldquo;como una modelo m&aacute;s&rdquo;, as&iacute; descubre que el mundo de la moda ya no es lo que era antes, o lo que ella pens&oacute; que era. Le encanta no tener que dar explicaciones.&nbsp;

&nbsp;&ldquo;Siento que represento a la nueva generaci&oacute;n de personas trans: pudimos decidir sobre nuestros cuerpos, no fuimos echadas de casa, terminamos la secundaria, no tenemos que mendigar amor en la clandestinidad para poder sobrevivir&rdquo;.&nbsp;

Escribir, para Unrein, es como desmaquillarse. A los 14, no sabe c&oacute;mo, le sali&oacute; una historia. Despu&eacute;s fluyeron poes&iacute;as. Hoy tiene dos libros. Primero,&nbsp;Pendeja, diario de una adolescente trans (Ed.Chirimbote),&nbsp;un relato tan pol&iacute;tico y amoroso como su vida. Despu&eacute;s, Fatal, una cr&oacute;nica trans (Ed. Planeta), publicada a principios de este a&ntilde;o. Para esto, para todo, las referentes del colectivo LGBT, como Marlene Wayar y Quimey Ramos, la amadrinan. &ldquo;Ellas tienen grandes intenciones de cuidarme y de ayudarme con mi venida a Buenos Aires. Siento que represento a la nueva generaci&oacute;n de personas trans: pudimos decidir sobre nuestros cuerpos, no fuimos echadas de casa, terminamos la secundaria, no tenemos que mendigar amor en la clandestinidad para poder sobrevivir. Somos la generaci&oacute;n que quer&iacute;a Lohana Berkins, tenemos todo lo que so&ntilde;aba, soy hija y fruto de eso&rdquo;.&nbsp;

Conjunto de blusa y pantalones de cuero, Evangelina Bomparola. Pendientes, La Joyería.

Ella fue y es una pendeja de clase media, familia tipo: su mam&aacute; trabaja en una &oacute;ptica, su pap&aacute; en una concesionaria de camiones, tiene una hermana y un hermano que son m&aacute;s grandes y que ya la convirtieron en t&iacute;a (&ldquo;los extra&ntilde;o, est&aacute;n muy lejos&rdquo;). All&aacute;, en la casa donde creci&oacute;, qued&oacute; un objeto que mereci&oacute; un cap&iacute;tulo aparte en su libro. El espejo. &ldquo;En otras &eacute;pocas, el espejo de mi habitaci&oacute;n se hab&iacute;a convertido en una especie de ruleta rusa de la autoestima: dependiendo de la suerte que ten&iacute;a, verme ah&iacute; pod&iacute;a ser una acci&oacute;n m&aacute;s del d&iacute;a o una oportunidad para odiarme a m&iacute; misma&rdquo;.&nbsp;

Durante su transici&oacute;n, una de las primeras personas a las que le cont&oacute; lo que estaba sintiendo fue a una amiga de su abuela, la misma que se encarg&oacute; de llevar la noticia, apoyarla y abrazarla. Se llamaba Carolina.&nbsp;

&ldquo;En otras &eacute;pocas, el espejo de mi habitaci&oacute;n se hab&iacute;a convertido en una especie de ruleta rusa de la autoestima: dependiendo de la suerte que ten&iacute;a, verme ah&iacute; pod&iacute;a ser una acci&oacute;n m&aacute;s del d&iacute;a o una oportunidad para odiarme a m&iacute; misma&rdquo;.&nbsp;

Monoprenda, Louis Vuitton. Abotinados, Jessica Kesel. Pendientes y pulseras, La Joyería.

Habla, salpica y dispara por igual teor&iacute;a queer con historia de la moda. Recuerda: &ldquo;Toda la vida me ense&ntilde;aron que ser la rarita era un pecado, un defecto, una parte monstruosa. Pero hoy, mucho tiempo despu&eacute;s, puedo decir: &lsquo;Si para vos soy un monstruo, lo soy. Es la reapropiaci&oacute;n de la injuria y est&aacute; bueno. Los monstruos tambi&eacute;n pueden derribar este mundo injusto que nos dejaron y verse tan bellos como yo&rsquo;&rdquo;. Una ca&iacute;da de p&aacute;rpados despu&eacute;s, pasa lista: &ldquo;Me gusta de Dior su feminidad y new look, me gusta Chanel porque es al mismo tiempo sencillez, masculinidad y transgenia, me gusta Alexander McQueen porque es un artista visual incre&iacute;ble y un creador vers&aacute;til&rdquo;.

En su diario escribi&oacute;: &ldquo;Ser capaz de amarme, de besarme y abrazarme, de cuidar de m&iacute; misma, es ser capaz de iniciar peque&ntilde;os actos revolucionarios todos los d&iacute;as&rdquo;.

Sus rutinas de belleza incluyen protector solar y mucha agua de d&iacute;a, piel limpia y aceite para el pelo (&ldquo;uno de Garnier que compro en la farmacia&rdquo;) por la noche. &ldquo;Hoy estoy feliz cuando me veo en el espejo. S&eacute; que ser flaca y blanca es un privilegio y me da oportunidades para transmitir el discurso que quiero. Me gusta esta rosca&rdquo;.

Fotograf&iacute;as por Battelini y estilismo por Jorge Le&oacute;n 
Cr&eacute;ditos de portada:&nbsp;Blazer, Romen Carcio. Top de gasa y maxipantalones, JT by JT. Argollas, Romero hecho a mano.

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